sábado, 4 de febrero de 2017

¿Paseas conmigo?

Después de una larga noche en vela lo que más necesitaba antes de bajar de casa era una larga ducha con agua caliente, así que me dispuse a ello. Salí de un salto de la cama, cogí mi batín y la toalla y corriendo hacia la ducha, donde estuve una hora larga disfrutando del agua caliente y el dulce aroma del champú. Al salir, me fui a la terraza a secarme al viento mientras me ponía, como después de cada ducha, la crema corporal, sólo que esta vez estaba en la terraza tomando el solecico. Una vez seca, volví a mi habitación para realizar la complicada tarea de encontrar algo que ponerme, algo que no destacara pero que no fuera lo de siempre y, bueno, al final acabé con los vaqueros de todos los días, los zapatos de todos los días y una camiseta bastante vieja pero que personalmente me gusta mucho. Una vez decidido esto, toca la peor parte, peinarse. Algunos de vosotros pensareis, que tontería, pero no, para mi lo más importante antes de bajar de casa, es peinarme. Aunque muchas veces parezca lo contrario. Al final, he optado por una coleta y el flequillo alisado (en realidad, era lo único que me daba tiempo a hacerme porque, como no, llegaba tarde.)
Antes de bajar, cuando ya estaba preparada he ido a despedirme de mi madre, a contarle un poco lo que iba a hacer y sobre a que hora iba a llegar y ¡zas! me dice: -''Podrías ir a comprar carne, patatas, tabaco y pan.'' Y pongo cara de ''no mamá que llego tardeeeee'' y como ya me conoce... Son muchos años viéndome llegar tarde, simplemente me pide que compre tabaco y pan y que al volver se lo suba.
Total, que bajo estresada por llegar tarde y llego allí, miro el reloj y ¡plof! resulta que llego 10 minutos antes.
¡¡¡10 minutos pronto!!! Realmente aún  no me lo creo.
Cómo llegaba pronto he ido a comprarle a mi madre lo que me había pedido y al llegar la hora a la que habíamos quedado yo ya estaba allí con mis super gafas de sol, mi móvil con música alegre y haciendo la pava mientras me evadía del sueño que tenía.
Y llegó él, con la misma sonrisa que cada fin de semana me hace sonreír al llegar a Charlie. La misma chaqueta verde de todos los días y el gorro negro que tanta envidia me da, puesto que mi cabeza es amorfa y si me pongo un gorro de esos parezco un alíen...
Un beso y a caminar...
Un beso...
Una foto aquí, una foto allí, aquel pájaro, esa flor, las nubes de más allá...
El sol del invierno nos acariciaba la piel con su calor y junto a las cascadas de agua que creaban aspersores de este bello parque se formaron unos pequeños arcoiris que me han traído dulces y tiernos recuerdos a la mente.
Un pequeño codazo me ha devuelto a la realidad de nuevo y me he perdido en cuanto he levantado la mirada y esos ojos me han mirado... Siempre evito mirar a la gente a los ojos porque suelo perderme en sus miradas intentando averiguar en que están pensando...
Y un beso más...
Su brazo rodeando mi cintura me hace sentir realmente especial. Tanto, que siento como un escalofrío recorre mi cuerpo al sentir su piel junto a la mía.
Y otro beso, otra foto, otra caricia, una sonrisa, un guiño y otro beso...
Charlamos durante varias horas mientras yo señalo pájaros y flores a las que fotografiar hasta que los aromas de la flora me hacen evadirme otra vez en mis recuerdos, me hace andar sin rumbo, dejar la conversación y acercarme hacia esas flores que me apasionan desde siempre.
Y llegamos a la zona de los rosales y mi emoción desaparece al ver que sólo hay una rosa entre todos los rosales que andan podados... Pero ahí está mi rosa, esa bella rosa que me ha llamado para darme una grata sorpresa al darme cuenta que no soy la única que ha dejado volar la cabeza pues, al darme la vuelta para decirle que fotografíe la rosa, lo veo mirándome a través del objetivo de su cámara...
Y me suben los colores y se ríe. Como una niña pequeña me acerco dando saltitos y cambio radicalmente de tema pues no quiero pensar en cuantas veces habrá hecho eso durante la mañana.
Un beso más...
Un beso más y nos vamos.
Vámonos que es tarde y no me quiero enamorar.
En mi cabeza sólo resuena una pregunta: ¿ha sido una cita?
Y adiós.












Esto lo escribí hace casi 6 años y creo que ya era hora de que viera la luz.